Competencia Comunicativa
Competencia Comunicativa
La competencia comunicativa es la capacidad de hacer bien el proceso de comunicación, usando los conectores adecuados para entender, elaborar e interpretar los diversos eventos comunicativos, teniendo en cuenta no sólo su significado explícito o literal, lo que se dice, sino también las implicaciones, el sentido implícito o intencional, lo que el emisor quiere decir o lo que el destinatario quiere entender.
El término se refiere a las reglas sociales, culturales y psicológicas que determinan el uso particular del lenguaje en un momento dado.
Tipos de competencias comunicativas
1. Competencia gramatical o lingüística:
Es el dominio que un individuo tiene de la lengua. Consiste en la integración de la forma y el significado del lenguaje, que mantienen una relación bidireccional. Incluye el nivel fónico (entonación, ritmo, etc.), el léxico-semántico (vocabulario) y el gramatical (estructura de las palabras, cómo se combinan, etc.). Es la base de la comunicación, sin ella no podríamos entendernos ni a nosotros mismos.
2. Competencia sociolingüística
Trata la lengua en su contexto. Nuestro lenguaje es inseparable del momento en el que se utiliza. Para emplear correctamente esta competencia debemos ser capaces de comprender diferentes expresiones en función de la situación en la que las observemos. Podemos advertir la diferencia entre escuchar a una pareja decir “tonto” de forma cariñosa y oír el mismo término cuando dos personas critican a otra.
3. Competencia discursiva
Engloba las habilidades relativas a interpretar mensajes y transmitir diversos tipos de discursos en circunstancias distintas. El contenido debe ser coherente y cohesionado. La ponemos en práctica cuando contamos (de forma oral o escrita) a un grupo de amigos nuestro fin de semana a través de una estructura ordenada y lógica.
4. Competencia estratégica
Permite que la comunicación sea eficaz. Posibilita que los fallos puedan repararse sin romper el curso de la charla. Abarca una gran cantidad de tácticas para aliviar silencios demasiado prolongados o malas interpretaciones. También incluye el lenguaje no verbal. Por ejemplo, consiste en reconducir la conversación hacia temas más amenos (sin que resulte brusco) si vemos que hemos tocado un tema incómodo.
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